jueves, 13 de noviembre de 2014

PARA QUE TODO OCUPE SU DESTINO

Empezaron otros pero, igual que ellos, confiamos en que la huida, arrancar de cuajo la nostalgia y aprender una nueva lengua, sería la válvula de escape perfecta para ofrecerle una última oportunidad a lo nuestro, tuviéramos lo que tuviéramos. Pocos minutos después de bajarnos del barco y dejar atrás el puerto, caminamos por la ciudad mientras mirábamos a toda aquella gente como huyendo de nuestra huida, como buscando abandonar lo que nosotros ahora estábamos abrazando con toda la fuerza que nos quedaba. Cada cosa era común y desconocida, antiquísima y nueva para cada uno.
Los extranjeros nos permitían ser nosotros mismos: extranjeros. Nunca íbamos a estar más íntimamente ligados que con esta distancia, con este alejamiento que nos hacía remotos, también para nosotros mismos. Empezamos a hablar con palabras distintas y, por ello, a pensar como si fuéramos otros. Quizá las cicatrices interiores se borran un día por completo.
Pasaron las semanas y empezábamos a amar aquel lugar. Volvimos a ir a las playas, y nos bañábamos hasta que caía la noche entre adolescentes flexibles que brillaban al sol como un oro desenterrado. Parecíamos niños que aprendían a balbucear, a reconocer la delicadeza de la ternura como quien dispone de un margen amplio para los asuntos del placer. Con acentos nuevos, nos hablábamos en un lenguaje más cercano a la intimidad y a las emociones, sin temor ni espacio para el fingimiento: nuestras palabras eran ahora como superficies sobre las que nunca se había insinuado el polvo.
En realidad, ¿para qué engañarnos? No tuvimos tanta suerte. Como un polizón, en nuestro barco también viajaba el tiempo, contando cada paso y anotándolo todo en la resta que era nuestra vida, mientras nosotros pensábamos que esa vida se iba alejando y deshaciendo en la estela que iba dejando el barco. Todos los lenguajes se pudren, con el tiempo todos llegan a corromperse. Un día nada parecía ya tan puro, y hubo un comentario poco afortunado; no sé, un desencuentro, un malentendido que significó el comienzo de la ruina.
No quedó más remedio, para no seguir haciéndonos daño, que distanciarnos y tratar de olvidar que una vez habíamos hecho miles de planes para una vida en común, ahora deshecha por la rutina que manchaba todos los lugares. Hoy ando solo, distraído por las calles menos transitadas. Ya sabes que no logro asentarme en ningún sitio y volví a huir, arrastrado por un deseo de aventura y novedades. Siempre he tenido planes y billetes de avión en el bolsillo, papeles que me identifiquen donde no haya estado nunca, mientras todo lo conocido me iba olvidando poco a poco. No es fácil vivir despidiéndose, ser un amante que siempre fracasa.
Sé que volveremos a vernos, no sé cuándo, siempre con nombres distintos y el cuerpo tatuado, lleno de escalas, de fechas y fronteras, de capitales y accidentes geográficas, como el mapa de una isla que promete una riqueza solo válida en un país destruido, lleno de extranjeros que solo escapan de sí mismos.


1 comentario:

  1. "---En realidad, ¿para qué engañarnos? No tuvimos tanta suerte." (...)

    "...Sé que volveremos a vernos, no sé cuándo, siempre con nombres distintos y el cuerpo tatuado, lleno de escalas, de fechas y fronteras, de capitales y accidentes geográficas, como el mapa de una isla que promete una riqueza solo válida en un país destruido, lleno de extranjeros que solo escapan de sí mismos."

    ResponderEliminar