domingo, 11 de enero de 2015

EL VÉRTIGO EN EL MONTE OMBLIGO

La luz aquí es quizá más muda que en ningún otro sitio, y no escucha petición de clemencia alguna. Esta mañana antiquísima en Göbekli Tepe, una mano remota vuelve a tallar animales milenarios en las piedras silenciosas. Todo fue enterrado hace mucho y todo desenterrado por el sudor gravoso de un pastor sorprendido entre la hierba. Hoy sabios hombres viejos acarician con fruición el lenguaje ignorado del ombligo del mundo. Nadie entiende lo que dice el cocodrilo que salió primero de esta tumba solar. No sabemos qué fiera invisible resucita cada mañana; pero es más antigua que Stonehenge o Egipto, como el rostro del demonio que reveló la piedra y espantó a los hombres.
Más viejas que el mundo, las piedras talladas cuando nadie tallaba piedras, pero las piedras se animaron y empezaron a imitar al hombre hasta expulsarlo. Se huele una herrumbre espiritual, una callada venganza tímida que preparó la huida. Ninguno de estos símbolos puede ser reconocido. Hay un chacal, uno solo, que sabe por qué todo fue enterrado, qué se concibió antes de todo nacimiento en el útero del mundo, tal vez a dioses tan viejos que ni siquiera se saben sus nombres. Todo testimonia peligro, agresividad, miedo, mientras las serpientes siguen descendiendo aquí hasta el corazón del mundo, hasta la sepultada boca de la Tierra, entre buitres y escorpiones que callan un longevo secreto.







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