jueves, 15 de enero de 2015

EL ACCIDENTE

Carlos Domínguez, un estudiante de Derecho que regresaba a su isla natal para ver a su novia después de una breve estancia en Madrid, llama al móvil de su pareja para preguntarle si no le es molestia que llevase con él a un amigo que acababa de tener un grave accidente de tráfico, sin familia cercana, y cuyo rostro había quedado desfigurado tras el impacto de su coche contra otro en una curva a las afueras de la capital. Era, según sus palabras, un joven estudiante de Historia del arte que había sufrido un fuerte traumatismo en el cráneo, y cuyas facciones quedaron borrosas y desdibujadas por el asfalto cuando salió disparado del vehículo: no llevaba cinturón de seguridad. Ana María, la novia de Carlos, estaba deseosa de verlo y nerviosa ante su llegada; pero le contestó, espantada, temerosa, que no se veía con fuerzas de soportar la presencia y los cuidados del chico accidentado sin ayuda, y mucho menos acogerlo en un piso tan pequeño como el que compartían. Carlos colgó el teléfono antes de que ella terminase de hablar, satisfecho de no haber sobrevivido al accidente.

 










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