LA
VEJEZ DE LAS ESTATUAS
Como
se ha descubierto hace muy poco, en la selva del Amazonas las
estatuas envejecen más rápido que las mujeres. Con los años
pierden firmeza, se cansan de estar siempre en la misma posición, y
acaban por bajarse del pedestal, limpiarse la humedad, los
excrementos y la indiferencia, y deambular sin rumbo por los
poblados. Los indígenas no les hacen ningún caso porque, en
general, desprecian la ampulosidad, la escultura, y la vanidad rígida
de las estatuas. Lo común suele ser que éstas caigan en la
indigencia y mueran en algún albergue, desatendidas y remotas, o
entre los desperdicios de un muladar. Allí solo los niños de la
selva las visitan para jugar con ellas y cuidarlas con sus manos
menudas, mientras las estatuas les cuentan sus vidas cuando fueron de
carne, y podían sentir cómo las lágrimas rodaban por sus mejillas.
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