PARA
QUE TODO OCUPE SU DESTINO
Empezaron
otros pero, igual que
ellos, confiamos en que la huida, arrancar de cuajo la nostalgia y
aprender una nueva lengua, sería la válvula de escape perfecta para
ofrecerle una última oportunidad a lo nuestro, tuviéramos lo que
tuviéramos. Pocos minutos después de bajarnos del barco y dejar
atrás el puerto, caminamos por la ciudad mientras mirábamos a toda
aquella gente como huyendo de nuestra huida, como buscando abandonar
lo que nosotros ahora estábamos abrazando con toda la fuerza que nos
quedaba. Cada cosa era común y desconocida, antiquísima y nueva
para cada uno.
Los
extranjeros nos permitían ser nosotros mismos: extranjeros. Nunca
íbamos a estar más íntimamente ligados que con esta distancia, con
este alejamiento que nos hacía remotos, también para nosotros
mismos. Empezamos a hablar con palabras distintas y, por ello, a
pensar como si fuéramos otros. Quizá las cicatrices interiores se
borran un día por completo.
Pasaron
las semanas y empezábamos a amar aquel lugar. Volvimos a ir a las
playas, y nos bañábamos hasta que caía la noche entre adolescentes
flexibles que brillaban al sol como un oro desenterrado. Parecíamos
niños que aprendían a balbucear, a reconocer la delicadeza de la
ternura como quien dispone de un margen amplio para los asuntos del
placer. Con acentos nuevos, nos hablábamos en un lenguaje más
cercano a la intimidad y a las emociones, sin temor ni espacio para
el fingimiento: nuestras palabras eran ahora como superficies sobre
las que nunca se había insinuado el polvo.
En
realidad, ¿para qué engañarnos? No tuvimos tanta suerte. Como
un polizón, en nuestro barco también viajaba el tiempo, contando cada
paso y anotándolo todo en la resta que era nuestra vida, mientras
nosotros pensábamos que esa vida se iba alejando y deshaciendo en la
estela que iba dejando el barco. Todos los lenguajes se pudren, con
el tiempo todos llegan a corromperse. Un día nada parecía ya tan
puro, y hubo un comentario poco afortunado; no sé, un desencuentro,
un malentendido que significó el comienzo de la ruina.
No
quedó más remedio, para no seguir haciéndonos daño, que
distanciarnos y tratar de olvidar que una vez habíamos hecho miles
de planes para una vida en común, ahora deshecha por la rutina que
manchaba todos los lugares. Hoy ando solo, distraído por las calles
menos transitadas. Ya sabes que no logro asentarme en ningún sitio y
volví a huir, arrastrado por un deseo de aventura y novedades.
Siempre he tenido planes y billetes de avión en el bolsillo, papeles
que me identifiquen donde no haya estado nunca, mientras todo lo
conocido me iba olvidando poco a poco. No es fácil vivir
despidiéndose, ser un amante que siempre fracasa.
Sé
que volveremos a vernos, no sé cuándo, siempre con nombres
distintos y el cuerpo tatuado, lleno de escalas, de fechas y
fronteras, de capitales y accidentes geográficas, como el mapa de
una isla que promete una riqueza solo válida en un país destruido,
lleno de extranjeros que solo escapan de sí mismos.
"---En realidad, ¿para qué engañarnos? No tuvimos tanta suerte." (...)
ResponderEliminar"...Sé que volveremos a vernos, no sé cuándo, siempre con nombres distintos y el cuerpo tatuado, lleno de escalas, de fechas y fronteras, de capitales y accidentes geográficas, como el mapa de una isla que promete una riqueza solo válida en un país destruido, lleno de extranjeros que solo escapan de sí mismos."