EL
VÉRTIGO EN EL MONTE OMBLIGO
La
luz aquí es quizá más muda que en ningún otro sitio, y no escucha
petición de clemencia alguna. Esta mañana antiquísima en Göbekli
Tepe, una mano remota vuelve a tallar animales milenarios en las
piedras silenciosas. Todo fue enterrado hace mucho y todo
desenterrado por el sudor gravoso de un pastor sorprendido entre la
hierba. Hoy sabios hombres viejos acarician con fruición el lenguaje
ignorado del ombligo del mundo. Nadie entiende lo que dice el
cocodrilo que salió primero de esta tumba solar. No sabemos qué
fiera invisible resucita cada mañana; pero es más antigua que
Stonehenge o Egipto, como el rostro del demonio que reveló la piedra
y espantó a los hombres.
Más
viejas que el mundo, las piedras talladas cuando nadie tallaba
piedras, pero las piedras se animaron y empezaron a imitar al hombre
hasta expulsarlo. Se huele una herrumbre espiritual, una callada
venganza tímida que preparó la huida. Ninguno de estos símbolos
puede ser reconocido. Hay un chacal, uno solo, que sabe por qué todo
fue enterrado, qué se concibió antes de todo nacimiento en el útero
del mundo, tal vez a dioses tan viejos que ni siquiera se saben sus
nombres. Todo testimonia peligro, agresividad, miedo, mientras las
serpientes siguen descendiendo aquí hasta el corazón del mundo,
hasta la sepultada boca de la Tierra, entre buitres y escorpiones que
callan un longevo secreto.
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