EL
MONSTRUO
La
boba de Rosemarie no sabe nada, seguro. ¡Ella qué va a saber! La
mitad de mis hijos o nietos tampoco. Todo lo he planeado
minuciosamente y sólo yo tengo la clave. No, no puedo fiarme de
nadie en un asunto como éste. Eli tenía que ser sólo para mí.
Ella es mía, mi niñita, y sé que con los años también ha
aprendido a amarme. De ninguna manera los mocosos deben siquiera
sospechar que ella está aquí mismo; pero no está sola: no soy tan
cruel y sé que la soledad pesa como un fardo de piedras. Con ella
están Kerstin, Stefan y Félix.
Admito
que el sitio es algo oscuro y estrecho, húmedo, pero los alimento a
todos bien y regularmente. Creo que el ser humano debe ser capaz de
adaptarse a cualquier ambiente. La puerta corrediza, de hormigón, es
infranqueable. Nada se me podía escapar, ningún hilo suelto. Yo soy
un hombre sencillo, normal, de recursos modestos, que aprendió un
oficio muy pronto para mantener a su familia; pero sé que Eli me
quiere, pese a la diferencia de edad, y llegará a amarme tanto como
yo a ella.
Sí,
lo de las cartas tuve que inventármelo para tranquilizar a
Rosemarie. Eran demasiados años sin ver a la niña y no me podía
permitir más sospechas que las justas, ¿comprenden? Ella no
entendía por qué había desaparecido de repente. Era una hija muy
buena y muy callada, eso decía la pobre imbécil. ¿Esclavitud,
homicidio, violación, secuestro...? ¡Ah! Paparruchas, ustedes no
entienden nada. Era mi niña, comprenden, mi favorita, no podía
dejar que se marchara con cualquiera. Me daba mucho miedo que saliera
de casa, que cualquier día abandonara el nido para no regresar. No
tuve otra salida. Juro que no había otra.
Todo
hubiera seguido como hasta ahora si no hubiese sido por Kerstin y esa
maldita enfermedad. ¿La luz del día? Bah, en Amstetten no hay mucho
de eso, la claridad del día es gris, plomiza, agria el carácter, y
la luz siempre ha sido algo secundario y accesorio. Yo,
particularmente, prefiero la sombra. A mí me gusta la noche porque
de ahí provenimos todos, de la noche primordial. Sólo la oscuridad
nos hace sentir seguros, calientes y acogidos, como en el vientre
materno. Siempre he creído que el sol es algo sobrevalorado en su
influencia sobre la naturaleza humana y la vida en la Tierra. ¿Saben
una cosa? No es así.
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