APAGÓN
GENERAL
La
escena se repite muchas veces y ha ocurrido de nuevo: estoy cenando
sentado a la mesa de mi pequeña cocina, en una esquina, dándole la
espalda a la nevera y cerca de la ventana, cuando la luz se va de
pronto y me quedo con la cuchara llena de sopa absurdamente en la
mano. La casa está totalmente a oscuras y no se oye un alma porque
estoy solo. Decido levantarme de la mesa tras dejar a tientas la
cuchara en el plato, y buscar la puerta de la calle o una ventana
para mirar fuera; pero afuera también reinan las tinieblas y no se
ve ni se oye nada. Resignado, me digo que esta noche no podré ver la
película que había pensado, ni siquiera leer un rato, pues no
encuentro mi linterna ni recuerdo haber comprado velas hace mucho.
Trato
de guiarme, tanteando en la oscuridad, hasta mi habitación con la
idea de dormir antes de lo previsto, y esperando que mañana se
arregle todo. Después de dar los pasos habituales y necesarios para
llegar a mi cuarto, me doy cuenta de que no logro dar con él ni
tropezar o tocar nada que me resulte familiar. Hasta el olor de mi
propia casa comienza entonces a resultarme extraño y a ratos
nauseabundo. La vivienda es antigua, pertenecía a mis abuelos, es
amplia; pero ya debería haber dado con mi habitación y, aunque no
vea nada, recuerdo cómo se llega a ella fácilmente desde la cocina.
Pensé
en regresar sobre mis pasos y tratar de encontrar la mesa y el plato
que estaba comiendo hacía pocos minutos, pero fue imposible. Todo
estaba envuelto en un negro absoluto, sin embargo, algo me hacía
sentir que el silencio podía romperse en cualquier momento, algo que
estaba esperando dentro de aquella penumbra que me iba alejando de lo
que conocía, y donde ahora estaba perdido. Anduve y tanteé dentro
de la casa durante horas hasta que, cansado, esperé que amaneciera
para no angustiarme más y me dormí agotado.
Las
horas que dejé pasar resultaron inútiles: el amanecer no llegaba.
Empecé a asustarme, en realidad, ya estaba muerto de miedo y ni
siquiera me atrevía a moverme. Me senté en el suelo y me apoyé en
lo que parecía un rincón en la pared, una esquina medianamente
acogedora que imaginé segura. No muchas horas después estaba
llorando y a punto de tener un ataque de pánico o una crisis de
ansiedad. No me atrevía a gritar ni a llamar a nadie. Mi casa es una
vivienda solitaria en una zona de campo. Creo que llevo dos días así
y, no sé si ha sido una alucinación, pero antes me pareció
escuchar voces, apenas un cuchicheo, un leve susurro que se iba
acercando lentamente, muy despacio. Tengo miedo, no quiero que den
conmigo. No debería haber nadie más aquí esta noche. Hace mucho
tiempo que vivo solo en este bosque.
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