DAÑOS COLATERALES
Cuando
no está de guardia, mi colega Steve abrillanta sus botas con grasa
de caballo, ordena la taquilla o deja impoluta su cama; pero la mayor
parte del tiempo se lo pasa picándose, bebiendo whisky, borracho en
el bar del cuartel en las horas de descanso, o armando gresca y
organizando partidas y peleas ilegales en algunos garitos de la
ciudad. Él sabe tan bien como yo que no hay nada bueno ni admirable
en lo que hacemos, que nos importa una mierda ayudar a estos
desgraciados salvajes, terroristas de mierda. Sólo hemos venido por
el dinero y nos entretenemos violando a las mujeres y a las niñas
que nos apetece (very good! Very good!). Luego las pasamos a
cuchillo, destrozamos sus cabezas y las quemamos. Es simple, decimos
que las hemos encontrado así, que fueron ellos,
siempre los otros. No tenemos miedo porque no tenemos nada que perder
y ya no amamos nada.
Todo esto es una
gran mierda en mitad de un poblado inmundo y polvoriento, y nosotros
tan mierdas como la situación que nos toca tragar. ¿Qué íbamos a
hacer, venirnos abajo, rendirnos? Hay que adaptarse, sobrevivir, y
evitar los largos paseos por campos de minas. En la tele americana,
en realidad, no tienen ni idea. El país está perfectamente
desinformado sobre lo que ocurre aquí. Lo único que hacemos es
tratar de que no nos maten, beber y violar a las mujeres que nos dé
la gana. Y luego quemarlo todo, enterrarlo, tener bien claro que la
ética o los escrúpulos son sólo una venda innecesaria alrededor de
los ojos, un nudo incómodo dentro del pecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario