viernes, 3 de octubre de 2014

HISTORIA DE UN DEICIDIO




Al alba, tras un sueño inquieto, René Descartes despertó convencido por la necesidad de dudar de todo, de todo menos de sí mismo; es decir, de cada cosa menos de sus potencias cognitivas, de su intelección, de su capacidad para la incertidumbre y el escepticismo. Descartes dudó de la larga y tediosa Teología Medieval, de la Teocracia, del Silogismo aristotélico, del Nuevo Testamento, del Antiguo Testamento, en definitiva, del mismo Dios. René se movía mucho, tenía miedo: estamos en 163... y no hacía tanto que Giordano Bruno había sido quemado vivo. Descartes, a veces, creía oír ayes y gritos espantosos a su alrededor. Por comodidad, por precaución, se fue a Holanda, pues un filósofo necesita sus horas de ocio cada día para poder pensar sin que la Inquisición te ande molestando por cualquier cosa. Allí, clandestinamente, sin escandalosos milagros, parábolas, resurrecciones ni dar clases a los pescadores, se convirtió en Dios ante el absentismo laboral de Dios, y trató de trabajar un poco.
Comenzó a reordenar filosófica y matemáticamente el viejo universo, los movimientos de los astros, el sistema solar, y a aceptar nuestra marginalidad en ese sistema. Descartes quitó a Dios del trono para jugar él la partida, para sentarse él a ver la película del mundo. Se puso detrás del telón y ahora era él quien movía los hilos. Después de muchos siglos, René era, por fin y sin que resulte cursi o ridículo decirlo, un hombre “hecho a sí mismo”. Luego creó una humanidad nueva, crítica, burguesa, dueña de su destino, que le daba codazos y pisoteaba a Dios mientras corría para aniquilar a Luis XVI y María Antonieta. Cuando Descartes creó a Descartes, el segundo Descartes escribió un libro, inspirado por el hastío y la pereza de Dios: el Discurso del método (1637), un tratado filosófico en el cual un tal René Descartes se levanta un día poniendo el mundo al revés, todo patas arriba, hasta llegar ante las barbas de Yahvé y de un tal “genio maligno”.
¿Cuál fue la intención de Dios al crear a un primer Descartes creyente que crea, a su vez, a un segundo Descartes dudoso y escéptico que quiere coger las riendas de la Historia? Un filósofo de Níger, tres obispos de la Isla de Pascua y seis estudiantes de metafísica en Friburgo, están de acuerdo en afirmar que Dios quiso tomarse unas merecidas vacaciones sin más quejas, peticiones ni lamentos; aunque uno de ellos argumentó que el señor no quería declarar su patrimonio a la iglesia ni a Hacienda en el futuro. Algunos ilustres pensadores opinan en cambio que Dios quiso demostrar que el hombre también podía y debía hacer algo por sí mismo, sacarse solito las castañas del fuego. Otros dicen que a Dios le gustan los trucos, las dobles metonimias y, sobre todo, que nos matemos con abundancia los unos a los otros. Nada le divierte tanto como una guerra preventiva o una buena revolución.




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