MI
HERMANO MAYOR
Mis
padres habían muerto en un accidente de tráfico regresando a casa
de una cena, a altas horas de la noche. Mis abuelos habían muerto
también hace años, y no podía contar con mis tíos. Yo aún era
pequeño y mi hermano mayor cruzó una noche el océano para ocuparse
de mí, como quien se enfrenta a su pasado o asume, al fin, el pago
de una vieja deuda. Yo apenas sí me acordaba de él y me enseñó
pronto que nada le molestaba más que el abuso de los débiles, y una
cosa en la que creía ciegamente: el orgullo y el esfuerzo pueden
con todo y hacen que se fortalezca el espíritu.
Sabía
que no podía sustituir a nuestros padres, pero estos principios lo
empujaron
a intentar que yo casi nunca los echara de menos. Las mismas
cualidades lo hacían persistir en su empeño por convertirse en uno
de los mejores escritores del mundo; ahora, además, tenía que ser,
como la Santísima Trinidad, tres personas a la vez: mis padres y mi
hermano mayor. No era sencillo ni para él ni para nadie. Antes de la
terrible circunstancia, ni siquiera tuvo que existir para sí mismo.
La literatura es un trabajo solitario, como se ha dicho muchas veces.
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