LA
LARGA ESPERA
Como
siempre, desde hace más de veinte años, ya es de madrugada y el
viejo continúa solo, sentado en su polvoriento sillón de la
terraza. Ensimismado, mira sus campos y plantaciones, los
invernaderos frente a él, mientras la débil luz de una lamparilla
de queroseno ilumina la foto vaga y risueña de su hijo. El viejo
escucha el ronroneo del gato, el viento ardiendo en las altas copas
de los pinos, y un programa de entrevistas en su antiguo aparato de
radio… Lo escucha todo, pero siempre cae dormido antes de que su
hijo le diga que es inútil la espera, que está muerto, y ya no
puede atravesar los caminos de la noche para sentarse con él.
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