BÁLSAMO NEGRO
Por el balcón
abierto, en la noche caliente
como un
remordimiento, penetraban las risas
de los chicos que
afuera
pronunciaban
palabras
exageradas y
grotescas,
como una máscara de
carnaval
veneciano o una ley
de Herodes.
No sé si confundía
aquella música
con un antiguo
sentimiento,
con una vieja imagen
de mí mismo,
e imaginé que todos
me esperaban
y se preguntaban por
mí,
con murmullos
soplados por la luna
para aliviar la
herida
que siempre deja el
nombre del ausente.
Dormir debe ser
esto:
olvidar que estás
solo, no poder
olvidar que aún
conservas estos párpados
que no saben caer de
pie,
y acariciar tu error
como si fuese un
gato blanco y negro
que afilase sus uñas
de acero en los sillones.
¿Quién podría
dormir ahora,
cuando se está
esperando un beso o un robo,
que el ladrón venga
de una vez
o que una antigua
amante
entre en tu cama sin
abrir la puerta?
No
siempre veo lo que me hace daño,
rara vez lo comprendo.
Mi vida ha consistido en sustituir
un mal por otro, un daño
rara vez lo comprendo.
Mi vida ha consistido en sustituir
un mal por otro, un daño
por
una herida semejante:
la nostalgia por su gemela,
el miedo por su cicatriz,
el rencor por el corte,
la angustia por su madre:
la sangre. Solo así consigo entender algo.
la nostalgia por su gemela,
el miedo por su cicatriz,
el rencor por el corte,
la angustia por su madre:
la sangre. Solo así consigo entender algo.
Comerciar
con remordimientos,
trabajar el dolor,
fortalecer el miedo,
perdonarte, aprenderlos
trabajar el dolor,
fortalecer el miedo,
perdonarte, aprenderlos
sin
corregirlos, hacer propios
su
oscuridad y sus razones.
Hacer
visible al fin la ciénaga,
¿Acaso
no era esto la poesía?
Nombres,
heridas, adjetivos
colocados,
dispuestos, trabajados
en las orillas de lo soportable.
en las orillas de lo soportable.
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