sábado, 16 de mayo de 2015

JUEVES, 14 DE MAYO DE 2015. —(Costa del Silencio) Te vas haciendo de menos, tirado en habitaciones a las que llega el enfurecido y vívido rumor de la calle: la agresiva discusión en francés jergal de una pareja que amenaza con agredirse en cualquier momento. Siempre hay una respuesta que cada uno inventa para hacerle todo el daño posible al otro. También alcanzo a escuchar, casi a diario, el gracioso sermón de una niña de unos nueve o diez años, Victoria, que vive frente al apartamento y estudia por la tarde y en voz alta una ristra de idioteces sobre gobiernos, países, parlamentos, comunidades autónomas, alcaldías y municipalidades, ¡hasta barrios!, que por suerte yo olvidé hace mucho.
Sólo me concentro en sostener y estrechar las circunvoluciones de mi lenguaje con fragilísimos hilos de saliva y sosiego, cierta soledad. Abajo, entre los divididos jardines, las losas color barro y las escaleras que conducen hasta los apartamentos, los gatos de la urbanización juegan o sestean, condenados a su ardiente terraza de una pereza incluso obscena. No hay nada, quizá, menos ampuloso y pomposo, menos grandilocuente que el placer puramente físico o las modestas satisfacciones de los gatos. No corren nunca y apenas sí andan con su majestuosidad racial bajo el grito enajenado de las andoriñas, entre el aire caliente.
En ocasiones parece que los gatos se citaran con las flores de los jardines, los geranios rosados y las grandes matas de adelfa del mismo color. Lejos de cualquier tumulto, parecen recuperar aquí su antiguo y alto lugar, su elevado sitio como deidades de una vieja religión. Escasa la humedad hoy, el aire acierta a rondar las vagas apetencias de todos. El sol va abriendo a empellones cada puerta: nada puede resistirlo. Una música llega ahora desde algún sitio y va como colmando de extraños rostros los espejos. Afuera siguen chillando las andoriñas, los franceses, a veces también las pardelas que antes sólo escuchaba de noche en los acantilados del Palm-Mar.

Difusa por la calima que se dilata desde hace días, y coronando la escena, la Montaña de Guaza.

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