miércoles, 22 de abril de 2015

CERVANTES Y GOYTISOLO


El 24 de noviembre del año pasado saltaba la noticia en los medios: se le había concedido el Premio Cervantes a Juan Goytisolo, y lo que parecía una decisión justa y sensata que se había hecho esperar demasiado, se sintió como una gran sorpresa. Pese a que por la calidad y la riqueza de su escritura, por su ambicioso proyecto literario, el escritor catalán merecía de sobra el “Nobel” de las letras españolas,yo ya no esperaba que fuera a recibirlo y me había acostumbrado a ver desfilar por Alcalá de Henares, cada 23 de abril, a novelistas y poetas buenos, regulares, y hasta bastante malos. En unas cuantas ocasiones, a algunos muy por debajo de la relevancia y el nombre del premio.
Mis primeras lecturas del autor de Makbara (1980) fueron en años universitarios, y recuerdo con placer títulos como: Campos de Níjar (1960), La Chanca (1962), Don Julián (1970), El furgón de cola (1976), Coto vedado (1985), En los reinos de Taifa (1986), Telón de boca (2003)... y otros que no me gustaron nada, como Paisajes después de la batalla (1982) o Carajicomedia (2000). Durante años lo leí con admiración y gratitud, pero nadie es infalible ni hay héroes sin talón vulnerable, pues de un generoso talón de 125.000 euros va la cosa. Penosamente, la hemeroteca ha puesto en entredicho a Goytisolo, quien en una entrevista en 2001 para ABC dijo que nunca aceptaría el galardón que ahora recoge: “Estoy dispuesto a firmarlo ante notario: no pienso aceptar el Premio Cervantes nunca”. Y ahora sin embargo dice: “Nunca dije que lo rechazaría. No se puede rechazar un premio que lleve el nombre de Cervantes”. Si esto es verdad, si el periodista mintió o tergiversó una información, ¿por qué Goytisolo no lo denunció en su momento, por qué ha esperado catorce años para ello y sólo cuando las circunstancias lo han dejado en una incomodísima posición?

Goytisolo ha cuidado siempre de mantenerse dentro de un marco ético modélico; por ello es aún más triste escuchar a quien durante años ha sido un referente creador y crítico, y aún parece dispuesto a serlo, diciendo Diego donde antes dijo digo. Hoy Goytisolo, como ha escrito de él Caballero Bonald (un falso infractorcillo de manual y mal poeta), se ha convertido quizá en lo que nunca quiso ser: un “maestro de heterodoxos” cazado en sus contradicciones y traicionado por sus propias palabras. La bravata, los cambios de opinión o la incoherencia son humanas; pero creo que lo más respetuoso y saludable, para él y sus lectores, sería asumir lo una vez dicho y admitir, si lo hubo, el error o el desprecio hacia el Cervantes.






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