sábado, 25 de abril de 2015

EL DISCURSITO INFAME DE WERT

La ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2014 el pasado 23 de abril en Alcalá de Henares a Juan Goytisolo fue mucho más que interesante. Después del habitual pasillo peripatético por los jardines del lugar, las palabras del gran escritor catalán fueron lúcidas, contundentes, justas, y con la acidez necesaria en un contexto enmohecido por el protocolo opaco, donde Goytisolo parecía el pájaro exótico al que un cuco longevo y voraz había expulsado del nido hace mucho y que ahora, al retornar a él, lo encontraba lleno como el autor de Makbara dijo citando a García Márquez por "la exquisita mierda de la gloria". La intervención de Goytisolo no tuvo la violencia de la entrada de Cristo en el Templo de Jerusalén para expulsar a los mercaderes, ni pagará por ella el peaje que pagó Zola por su filípica en el caso Dreyfus; pero también sirvió para purificar un poco el aire, y acusó bien y mirando a las caritas propicias.
Aparte de la actitud desganada e indisimuladamente molesta del Presidente de la Comunidad de Madrid, lo que me pareció bochornoso y asqueroso fue la intervención del ministro de Cultura José Ignacio Wert, quien, tras describir pormenorizadamente un recorrido inane y obvio por la biobibliografía del premiado, y no contento con ello ni con las mentiras dichas sobre Almería y su situación socioeconómica actual, se atrevió a hablar por los muertos y decir cuáles serían sus “tentaciones” y lo que escribirían hoy Jaime Gil de Biedma o Ángel González de estar entre nosotros. Con su muy afectada pronunciación de nombres y títulos en otros idiomas, Wert fue inmoral, falaz e infame hasta decir basta. Lástima que nadie interviniera entonces para cortarlo y preguntarle cómo sabe él, cómo sabe nadie, lo que escribirían hoy, de estar vivos, Biedma o González.
No hay cobardía mayor que aquella que se ejerce hablando por los muertos, queriendo adivinarlos y manejarlos en su ausencia, sin que puedan defenderse ni rebatir lo que sobre ellos se asegura, y desde el más descarado cinismo. Goytisolo, como poco, y no olvidando que se contradice recibiéndolo ni su silencio sobre el Sáhara Occidental, fue valiente y distinto, ajeno en lo posible a la élite política y pútrida que bullía a su alrededor, y que no dejaba de mirarlo con desconfianza, suficiencia y muy por encima del hombro. El discursito de Wert, pronunciado sin ningún sonrojo, es el penúltimo alarde vergonzante de otro acomodado y agradecido "vientre sentado" (Cernuda dixit).



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