lunes, 2 de marzo de 2015

DOS NIÑAS

La niña que cada tarde se sentaba tras la ventana, temía y no podía evitar ver cómo el caballito de madera que estaba al fondo del pasillo comenzaba a cabalgar solo por llanuras imaginarias. Ése era el motivo que la llevaba a ocultarse detrás de la cortina, rezando y deseando, con los ojos cerrados y apretando los puños, que el caballito dejara de moverse. La otra niña estaba también muerta de miedo cuando aquella gruesa y oscura cortina empezaba a temblar como si estuviera viva o hubiese alguien detrás. Entonces bajaba agitada del caballito, salía corriendo de la casa buscando a su madre en el jardín, y le decía que odiaba las cortinas y que había que quitarlas todas o cambiarlas por otras más claras y más alegres.


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