CERVANTES Y GOYTISOLO
El 24
de noviembre del año pasado saltaba la noticia en los medios: se le
había concedido el Premio Cervantes a Juan Goytisolo, y lo que
parecía una decisión justa y sensata que se había hecho esperar
demasiado, se sintió como una gran sorpresa. Pese a que por la
calidad y la riqueza de su escritura, por su ambicioso proyecto
literario, el escritor catalán merecía de sobra el “Nobel” de
las letras españolas,yo ya no esperaba que fuera a
recibirlo y me había acostumbrado a ver desfilar por Alcalá de
Henares, cada 23 de abril, a novelistas y poetas buenos, regulares, y
hasta bastante malos. En unas cuantas ocasiones, a algunos muy por
debajo de la relevancia y el nombre del premio.
Mis
primeras lecturas del autor de Makbara (1980) fueron en años
universitarios, y recuerdo con placer títulos como: Campos de
Níjar (1960), La Chanca (1962), Don Julián
(1970), El furgón de cola (1976), Coto vedado (1985),
En los reinos de Taifa (1986), Telón de boca (2003)...
y otros que no me gustaron nada, como Paisajes después de la
batalla (1982) o Carajicomedia (2000). Durante años lo
leí con admiración y gratitud, pero nadie es infalible ni hay
héroes sin talón vulnerable, pues de un generoso talón de 125.000
euros va la cosa. Penosamente, la hemeroteca ha puesto en entredicho a
Goytisolo, quien en una entrevista en 2001 para ABC dijo que
nunca aceptaría el galardón que ahora recoge: “Estoy
dispuesto a firmarlo ante notario: no
pienso aceptar el Premio Cervantes nunca”.
Y ahora sin embargo dice: “Nunca
dije que lo rechazaría. No se puede rechazar un premio que lleve el
nombre de Cervantes”.
Si esto es verdad, si el periodista mintió o tergiversó una
información, ¿por qué Goytisolo no lo denunció en su momento, por
qué ha esperado catorce años para ello y sólo cuando las
circunstancias lo han dejado en una incomodísima posición?
Goytisolo
ha cuidado siempre de mantenerse dentro de un marco ético modélico; por ello es aún más triste
escuchar a quien durante años ha sido un referente creador y crítico, y
aún parece dispuesto a serlo, diciendo Diego donde antes dijo digo.
Hoy Goytisolo, como ha escrito de él Caballero Bonald (un falso
infractorcillo de manual y mal poeta), se ha convertido quizá en lo
que nunca quiso ser: un “maestro de heterodoxos” cazado en sus
contradicciones y traicionado por sus propias palabras. La bravata, los cambios de opinión o la incoherencia son humanas; pero creo que lo más respetuoso y saludable, para él y sus lectores, sería asumir lo una vez dicho y admitir, si lo hubo, el error o el desprecio hacia el Cervantes.
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