DOS
NIÑAS
La
niña que cada tarde se sentaba tras la ventana, temía y no podía
evitar ver cómo el caballito de madera que estaba al fondo del
pasillo comenzaba a cabalgar solo por llanuras imaginarias. Ése era
el motivo que la llevaba a ocultarse detrás de la cortina, rezando y
deseando, con los ojos cerrados y apretando los puños, que el
caballito dejara de moverse. La otra niña estaba también muerta de
miedo cuando aquella gruesa y oscura cortina empezaba a temblar como
si estuviera viva o hubiese alguien detrás. Entonces bajaba agitada
del caballito, salía corriendo de la casa buscando a su madre en el
jardín, y le decía que odiaba las cortinas y que había que
quitarlas todas o cambiarlas por otras más claras y más alegres.
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