LAS
ANCIANAS
Escuché
la voz en la oscuridad: «Caía
la tarde y los grillos cantaban en los jardines, fue el momento en
que las dos ancianas se miraron, ambas con ramos entre las manos, en
el cementerio. Casi al unísono dijeron: «¿tú
tampoco, hermana?»
Las flores cayeron a sus pies, ruidosas como un sonajero o una culpa;
vencidas, se sentaron frente al mausoleo familiar. Desde el fondo de
la noche inminente, una voz antigua se alzó para celebrar la cena:
«Por fin estamos todos juntos»…»
Entonces, después de muchas horas, volvió por fin la luz, pero yo
seguía solo.